Una Casa que vive con los sabores, los sonidos y los colores de su gentePor Máximo Mena. Estudiante de Letras
El viernes 24 de junio se realizó en la Casa de ADIUNT, la celebración del “Intiq Raymin” y Filo digital estuvo presente. Los asistentes pudieron escuchar un recital de “Sikuris” y degustar el locro de quinoa
Gente que camina inmersa en los sobretodos. Noche de viernes que llega con el frío. La dirección que figura en la entrada es La Rioja 437. Las puertas de la Casa de ADIUNT (Asociación de Docentes e Investigadores de la UNT) están abiertas. Es una casa restaurada, de estilo colonial, que tiene mucho que ver con la arquitectura de la ciudad de Tucumán. Habitaciones conectadas unas con otras; techos muy altos brindan sensación de amplitud; las paredes pintadas de colores cálidos albergan varios cuadros; las voces en cada habitación recorren toda la casa. Así llegamos hasta el fondo que se ha transformado en la verdadera “cocina” de esta fiesta. Desde una olla, se escapan aromas extraños que anuncian nuevos sabores.
Todos van y vienen para que los preparativos estén a punto. Nos recibe la profesora de la Carrera de Letras, Graciela Castro, quién nos cuenta como surgió la idea de festejar el “Intiq Raymin” (Solsticio de Invierno). De la misma forma en que se había organizado una fiesta para compartir las “Comidas del Quijote”, en la que se prepararon comidas típicas de la Península, acompañada por música de la región; en esta ocasión, el objetivo es compartir sabores y sonidos que los pueblos del NOA, de Chile, Perú y Bolivia tenemos en común. Después de ofrecer nuestra colaboración, Graciela nos recuerda que somos invitados.
En la cocina, los profesores de la Carrera de Historia, Santiago Bliss y Oscar Pavetti, están atentos al contenido de una olla que está al fuego. Ante la pregunta sobre qué es lo que prepararon para esta noche, Santiago Bliss nos cuenta que el aperitivo para acompañar la comida es el pisco, bebida cuya procedencia se disputan entre chilenos y peruanos. “Es la disputa más seria que tienen entre ambos”, bromea el Profesor Bliss. La entrada es tamal, el plato principal locro de quinoa, y de postre queso con arrope de chañar.
Un momento después pasamos al salón principal de la Casa donde se ha preparado un recital de “Sikuris”. Llegan los vientos de los sikus que traen aires de montaña y, entre canción y canción, el dios Coquena, guardián de las llamas y vicuñas de la Pachamama, recorre toda la sala invitando con versos y frases a la fiesta de la vida. En sus palabras descubrimos que los dioses también se enamoran y pueden caer engañados.
Pasan las canciones y la gente acompaña con palmas, “Wiñay Paj”, “Aguas Tiñas”, “Salinero del Susques”, entre otras. Al sonido de los sikus se suman los acordes del charango. Las luces se apagan, se encienden y reaparece Coquena, para relatar una nueva historia.
Los siete “Sikuris” pertenecen a la “Biblioteca Popular La Randa”, una Asociación Civil sin fines de lucro que desde hace más de seis años, a través de la música y los libros, buscan generar nuevos espacios de encuentro. Dos de sus integrantes, Norma Nasif y Jorge Ruiz de Huidobro, nos cuentan que el proyecto de la Biblioteca Popular surgió a partir del encuentro de los vecinos en las Asambleas Populares luego de la crisis del 2001.
Actualmente la “Biblioteca Popular La Randa” funciona en Yerba Buena, en la calle Charcas (frente a la Plaza Vieja) y cuenta con el apoyo de la CONABIP (organismo que colabora con el sostenimiento de las bibliotecas populares en todo el país). En el edificio de la Biblioteca se dictan talleres abiertos para aprender a tocar el Sikus (instrumento de viento compuesto por dos hileras de cañas llamadas “Arca” e “Ira”).
Poco a poco, la música cede el lugar a la comida compartida, la charla y las risas. Luego, alguien propone un brindis para celebrar el encuentro.
Mientras nos retiramos, se siente como esta vieja Casa ha vuelto a la vida. Se cumple lo que en alguno de sus poemas expresó César Vallejo: “Unicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. (...)Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla.”
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