viernes, 9 de marzo de 2012

Retorno de la ausencia: la poesía de Oscar Barrionuevo
Por Máximo Mena

La propuesta de este artículo es poner en diálogo al autor y al lector. Escribir la lectura de los libros y darla a conocer, compartirla, para que desde allí se planteen nuevas preguntas. Esto es un intento de quebrar la visión de un escritor alejado del lector, que a su vez puede o no compartir con el autor, su propia autoría. Autores-lectores, lectores-autores. 

Una propuesta que busca poner en “boca de todos” la obra y la palabra de un poeta del Noroeste Argentino; de aquellos que muchas veces tenemos a nuestro lado y no conocemos. Un punto de partida posible. Una manera de poner todo en diálogo.

Ambos libros, a primera vista, parecen muy diferentes entre sí. Mientras en “Gramática”, el poema se encuentra como enmarcado en el blanco del papel, en el “El otoño”, a mitad del libro, el texto parece empezar a desmadrarse y asumir una distribución lineal, un cariz narrativo. El texto es una sucesión veloz de imágenes, y los poemas adquieren el nombre de apuntes. 

Es decir, se produce un movimiento de la palabra breve a la sucesión de frases que desean contar una historia y, al mismo tiempo, reconocer los vacíos entre ellas. Advierten los huecos de los recuerdos que intentan asentar. Más adelante en el libro, los apuntes del viaje, vuelven a convertirse en poemas.

Precisamente allí reside el punto o el efecto común de ambos libros: la ausencia detrás de cada metáfora, la ausencia o el vacío posible en la palabra poética: “vos y yo somos el/ comienzo de una palabra/ que no se ha escrito”; “me dicen que todo nos separa/ excepto el amor que nos despidió”; “he vuelto a escribirte/ estas cartas para que me dejaras/ de seguir olvidándome”; “la vida me ha sucedido/ como un sobresalto/ quiero decir/ como la alegoría de tu partida”. Por ello, es la ausencia un eterno retorno a la palabra y al decir, es el regreso ineludible del otoño y sus hojas caídas, todo ausente y presente en las frases.

Primera parte
“…no hay que darle derecho a la muerte…”

Apunte 47
Ha de llegar la hora en que sepa que soñar será en vano, o quizás, entonces, el pasado tenga un extraño sabor y me ayude a hablar del mañana.
(Oscar Barrionuevo)

El 5 de febrero de 1975, la presidente María Estela Martínez de Perón firmó el decreto “secreto” Nº 261, por el que autorizaba al ejército a poner en marcha el “Operativo Independencia” en toda la provincia de Tucumán. El objetivo principal consistía en “exterminar la guerrilla subversiva” que intentaba “liberar” la zona del pedemonte oeste. Sin embargo, se efectuaron “procedimientos” en toda la provincia. El ejército barrió por completo la zona, llegando a agrupar a los pobladores que se encontraban dispersos en la zona, en pueblos “de artificio”, con el fin de tener a la población bajo vigilancia y alejados del contacto con los “subversivos”.

Como la famosa “escuela” que funcionó en la provincia de Buenos Aires, en Famaillá se estableció un Centro Clandestino de Detención en la “escuelita” del pueblo.
Resuena una y otra vez en ambos libros, la ausencia; y es en el texto “Escuelita” donde “un proceso de vaciamiento” se entrecruza directamente con un lugar específico. Es este lugar, el espacio de origen del poeta. Pasaría fácilmente desapercibido este texto, pero ha sido ubicado entre los apuntes y el regreso a los poemas, como un espacio limítrofe y decisivo que cambia los ejes de las palabras y los recuerdos en el libro. Un poco antes describía (Apunte 45) su pueblo y los recuerdos se sucedían con velocidad agazapados en las palabras, que ya no parecen devolver el color a las cosas vistas, para más adelante hablar de la muerte y la tortura de una escuela dispuesta para la educación del miedo; donde el azul del cielo no se podía dibujar por las ventanas; donde se juraba con infamia matar; y donde los muertos no pueden cubrirse, tan fácilmente como las paredes, con las máscaras blancas del olvido. 

Es el paso por “Escuelita” el que vuelve a transformar los apuntes en el poema, como si la poesía fuera la mejor manera de resistir frente a los intentos del olvido de legalizar “la costumbre de la ausencia”.

Oscar Barrionuevo: ese poema es el punto de inflexión de algo. La primera parte tiene un determinado clima, un clima convencional que explica para qué se utiliza la escuela como lugar donde se iza la bandera, se canta el himno, etc.; y la otra “escuela”, que hoy funciona como tal, pero que en ese momento no se había inaugurado y se utilizó como Campo de Concentración. Esa escuela, Diego de Rojas, sería inaugurada ese año; pero antes se convirtió en un campo de tortura.

Máximo Mena: ¿Cómo fue vivir ahí, ver el edificio todos los días, andar por ese lugar?
Oscar: Yo tenía que pasar sí o sí por el frente todos los días, cuando comencé la secundaria. Recuerdo algo que me impresiona cada vez que lo pienso: entre los soldados siempre hay un artesano, y en ese tiempo uno de ellos hacía souvenirs y colgantes con las vainas de las municiones. En ese entonces, casi todos llevábamos una bala colgando en el pecho como adorno. Es muy loco pensar que convivíamos con todo eso como si nada.


Segunda parte
“…que dura ausencia/ la que tengo…”

XXX
con vos se fue la mitad
de lo que vimos
ni la heredad ni el vacío
ni los pájaros son los mismos
de toda mi nada
apenas me queda una sonrisa gastada
una mueca atravesada
y la mitad de esta tarde
casi sin respuestas.
(Oscar Barrionuevo)

“Ausencia: tiempo en que alguno está ausente/ falta o privación de alguna cosa/ condición legal de la persona cuyo paradero se ignora”. “Sinónimos: desaparición, destierro, separación, nostalgia, soledad…”. “Antónimos: olvido…”.

El diccionario brinda múltiples definiciones, aunque la misma palabra señala el vacío. Desde aquí se puede buscar entender los intentos de los poemas de establecer un recuento de lo que no está, una gramática de los silencios, una manera sutil de conjugar los silencios. Esa conjugación en ambos libros ya en sí reviste una conjuración, un rechazo a través de la memoria, de lo que se pierde oculto detrás del paso y las huellas de los años.

No sólo es reclamar las piezas que empiezan a faltar, sino también recrear un modo, un método de completar en la poesía todos los espacios en blanco de la memoria. Cuando se hace cada vez más difícil recordar, o los recuerdos se hacen más difíciles, es la poesía un salto necesario a la palabra. Pero no reclamando de ellas las respuestas completas, sino descubriendo en los descuidos de sus silencios, en los espacios en blanco que toda palabra posee, las letras de una historia.

Oscar Barrionuevo: Pablo Dumit, tiene una frase que a mí me encanta: “La poesía salva al que lo sabe y al que no”. La poesía es denunciante comprometida, aglutina el canto, las voces que voltean gobiernos.

Es por cierto, la historia argentina, un relato de ausencias, y en algunos momentos, un monólogo de desmemoriados, negando ciertas presencias y configurando numerosos vacíos. Por todo esto, para el poeta, dentro de la poesía, el ejercicio de “hablar desesperadamente” es la vorágine de acentos que renombran los sucesos, la labor de decir con exceso de pocas frases, lo cruel, y muchas veces, lo macabro. Hablar de las palabras perdidas de los amigos que no llegan, los diálogos que ya no serpentearán por la actualidad de las mesas de un café. Todos esos encuentros que ya no serán en ninguna calle de ninguna ciudad, porque los hombres se desencontrarán para siempre en todas las esquinas.

Tercera parte
“…lejos del país y, solo…”

Tierra del Fuego
vivo
donde empieza América
donde se acuesta la cordillera
donde
no pudieron alambrarnos la memoria
-la sangre del indio
alza rojo vuelo
reclamando justicia
en los atardeceres-
la nieve
pecho blanco
de las gaviotas muertas
el viento
himno
justiciero
del que sólo deja silencio
vivo (exactamente)
desde donde un día
mi América será libre
¿quién podrá pararnos tierra
cuando el pueblo empiece
a tomar conciencia?
Oscar Barrionuevo

XXIX
La utopía
ha dejado de ser un sustantivo
podría ponérsele
un rostro
un pueblo
una madre detrás de la ventana
con los ojos fijos
esperando el regreso.
Oscar Barrionuevo

Oscar Barrionuevo: Cuando estaba en Europa, se me ocurrió que Tierra del Fuego no es el “fin del mundo”, sino el lugar donde empieza América. Es una concepción geopolítica.

Publicando el primer tomo de “La Patagonia rebelde” en 1972, Osvaldo Bayer encaró la escritura de una parte completamente negada de la historia argentina. Enfrentándose a la censura del “Proceso”, logró completar una investigación fundamental para comprender las dos huelgas de 1921, y la matanza efectuada por el ejército, gendarmería, la policía y civiles. Suceso clave para entender la concentración de poder llevada a cabo por el ejército, que comenzó a “abrir las puertas de los cuarteles”, al golpe del ‘30.

En cada uno de los tomos de Bayer se escucha, constantemente, el silbido del viento patagónico. Es, de alguna forma, el único testigo que presenció todos los hechos y nunca se mantuvo en silencio. Casi el sonido que lo cubría y recorría todo, sin contar los disparos de los máuser y de los revólveres en los fusilamientos. Ese viento que acompañaba la huida del cacique en su potro, esquivando los balazos que tenían sed de monedas ruines, otorgadas por el dueño del todo patagónico. Látigo ineludible en los rostros alineados para la muerte. Viento que golpeaba todas las caras y todas las puertas, agitando cada uno de los recuerdos recluidos, trayendo a los pueblos de la Patagonia los gritos y quejidos del campo.

Máximo Mena: El viento…
Oscar Barrionuevo: Es un himno justiciero, porque parece que no terminara nunca. Esa imagen de que vos te levantás, ponés la pava y corrés la cortina para ver si hay viento, y mirás los cables para ver si se mueven o no se mueven. El día que no había viento era una maravilla. Himno justiciero del que sólo deja el silencio. Así como Bayer cuenta de los que iban a buscar oro, después con la promoción industrial llegó mucha gente a la isla buscando dinero, gente que iba a apropiarse de algo y volver. A ése sí le molestaba el viento, lo aturdía…

Utopía patagónica que continúa vigente en todo reclamo de justicia y de memoria. Sueño de libertad que vivieron brevemente anarquistas, peones y pobladores.

Allí borraron las historias con agujeros en las sienes y con los dedos de los estancieros. Índices que señalaban sin vergüenza que “osamenta de chileno rotoso debía ser aireada”.
Crueles episodios para mostrar cómo, ya desde bien abajo, se empezó a vaciar y agujerear la dignidad de ciudadanos argentinos. Podría decirse que este juego de entrenamiento para el ejército, se convirtió en sistema refinado con el paso del tiempo, y de los sucesivos generales. A pesar de ello, la utopía siguió mostrando múltiples rostros, se convirtió en manos y pies que empezaron a caminar y trabajar el país. Ojos de hombres y mujeres que recorrieron y pensaron el continente americano y la Argentina. Que se tuvieron que ir y regresaron, o que en un supuesto intento de fuga fueron alcanzados por la espalda, por “listas negras” o “halcones verdes”.

Máximo Mena: Me gustaría pensar el viaje como búsqueda de una utopía…
Oscar Barrionuevo: Siempre les digo a todos mis alumnos que hay que trabajar muy bien con los libros, pero también hay que viajar mucho. Sin embargo, estoy convencido de que nosotros vivimos en un país maravilloso. Pero además hay una concepción muy importante, es decir, la diferencia cuando uno es el de adentro y cuando uno es el otro. Es feo ser el otro, no importa qué tan bien uno esté. Es lindo ser el que pasa, el que visita, el que actúa y vuelve; todo eso tiene cierta magia. Pero ir a quedarte y ser el otro, es un tema…  

Artículo publicado, también, en Nuevo Diario

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